La clase política enquistada en el poder no da tregua a las nuevas generaciones. El «nuevo PRI» es un bonito slogan que simplemente no se refleja en lo electoral. Los beneficiados de siempre, que gozan los privilegios del cargo público. Los asesores, que se vuelven expertos en todo, el tema es lo de menos y la nómina lo de más. El trienio que viene en lo político no pinta bien.

En PAN y PRD las cosas no parecen muy distintas. Quienes triunfaron ayer, piensan que las victorias serán eternas. Los que perdieron en 2009 siguen obsesionados con el poder, e impulsan ya una nueva aventura electoral. Olvidan que su papel fue castigado en las urnas, y que ese es el motivo de que el PRI está a un palmo de recuperar Los Pinos. La desmemoria es su principal victimario.

En la oposición están tan desdibujados que la pelea es por las posiciones «pluris», regidores y síndico incluidos. El panorama es tan descompuesto en algunas regiones, que saben que el candidato a alcalde es mero sacrificio, y la cosecha se encuentra en las posiciones de la planilla al ayuntamiento. Ahí los grupos políticos dominantes de siempre se agandallan los puestos para los suyos.

Lo que está en marcha para la presidencial es una elección de Estado. Los gobiernos locales serán primordiales de cara a los comicios de julio. En el Estado de México, ni duda cabe que espectaculares, bardas y vallas han sido «acaparados» ventajosamente por el PRI para hacer invisible a Vazquez Mota y Lopez Obrador. Lo mismo ocurre en el Distrito Federal a favor de los candidatos perredistas, y en Puebla con los abanderados panistas. La maquinaria de cada partido está en marcha.

En estados como Veracruz, el gobernador priísta Javier Duarte de Ochoa no sólo quiere quedar bien con Enrique Peña. Tal parece que pretende avasallar a la oposición. Bardas, espectaculares y vallas con la imagen de Peña Nieto contaminan visualmente al puerto del Golfo de México. Taxistas ya promueven en sus medallones la imagen del mexiquense. La oposición ni se ve, ni se oye.

Los que duermen el sueño de los justos son los monitoristas del Instituto Federal Electoral. El gasto desplegado por Enrique Peña es tan oneroso como ofensivo para las carencias que enfrenta este país. Tal y como ocurrió hace seis y doce años, parece que en la democracia mexicana se impondrá quien más gaste y no quien más merecimientos políticos tenga. La mercadotecnia se ha impuesto como moda y rebasado a la política.