El triunfo de Eruviel Ávila Villegas en las elecciones de julio próximo, parece el pase automático para que el gobernador Enrique Peña Nieto obtenga la candidatura priísta a la Presidencia de la República en 2012. El temor del priísmo mexiquense de que se caiga esa amplia posibilidad, no se encuentra siquiera en una derrota del originario de San Pedro Xalostoc y sus errores en campaña. Tampoco ven riesgo en el fuego amigo al interior del tricolor. Su principal angustia se centra en Televisa, la misma herramienta que hace seis años desplomó las aspiraciones de Arturo Montiel.
Televisa y el Gobierno de Felipe Calderón son como la canción de Timbiriche: uno mismo. En las últimas semanas hay tres acontecimientos así lo confirman. Uno, la serie televisiva denominada El Equipo que trató de legitimar la fallida guerra contra el narcotráfico y fortalecer en lo político al secretario de Seguridad Pública Genaro García Luna. Dos, la negativa del gobierno calderonista a Telmex para ingresar al mercado de la televisión. Y tres, el respaldo que ha evidencia la televisora de Chapultepec 18 al destape de Ernesto Cordero, quien parece el delfín de Calderón.
Como muy extraña parece la indiferencia que muestra el calderonismo hacia la elección del Estado de México, donde su partido se encuentra en la lona. Aunque los llamados de la izquierda, encabezada por Alejandro Encinas, cada vez son más insistentes en relación a que Luis Felipe Bravo Mena declina de una vez por todas en las campañas mexiquenses. Pero el PAN está convencido que una derrota en la tierra del Grupo Atlacomulco no significa entregar Los Pinos, y mucho menos al hijo pródigo del Estado de México. Parece que Televisa tiene la última palabra.
No es gratuito que diputados del PRI hayan mostrado su desaprobación a la decisión del gobierno de Calderón de negarle a Telmex su derecho de meterse al mercado televisivo. El PRI podría ganar así en Carlos Slim a un aliado clave para la elección presidencial, pero a la vez, echarse a Televisa como un enemigo de cara a los mismos comicios. Los poderes fácticos parecen sumar a sus aliados donde lo que prevalecerá serán sus intereses empresariales, sobre cualquier otro tema.
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El ofrecimiento de Eruviel Ávila para premiar con automóviles y trabajos en los gobiernos municipales no es una situación novedosa. La estrategia electoral viene de una enseñanza de quien se considera su padrino político, e hizo campaña hace 12 años en la entidad: Arturo Montiel. El entonces candidato prometía el sol y las estrellas entre los dirigentes seccionales, y liderazgos regionales, así como entre los grupos políticos y empresariales de la entidad, por cuyo pago de facturas duró casi todo su sexenio en una interminable rotación de su gabinete.
A esa serie de componendas políticas se atribuye que en el gobierno de Arturo Montiel haya crecido desmesuradamente la estructura gubernamental. Nacieron entonces las secretarías de Turismo y Desarrollo Metropolitano. Y dividió las secretarías de Comunicaciones y Transporte; además de las secretarías de Agua y Obra Pública con la de Desarrollo Urbano y Vivienda.
En el mismo mandato montielista surgieron los municipios de San José del Rincón, Luvianos y Tonanitla. Y todo por el pago de facturas que Montiel prometió con los ya famosos seccionales. Habrá que ver si gana Eruviel Ávila, en cuánto crece la administración estatal, y cuántos nuevos municipios se crean. Por ahora, ya prometió la Secretaría de Seguridad Pública. Ni duda cabe, Eruviel le aprendió muy bien a Montiel, o lo que es lo mismo: Hijo de tigre, pintito.