Toluca, Edomex. 29 de octubre de 2018.- La cancelación del aeropuerto en Texcoco tendrá consecuencias políticas, económicas y sociales. Ante el anuncio que haga Andrés Manuel López Obrador sobre la suspensión del proyecto peñista, es evidente que las voces mexiquenses vendrán por delante. La transición ha roto la armonía. Andrés Manuel ha decidido tirar al basurero de la historia las reformas insignia del peñismo: la educativa y la energética. Y ahora, también, su mayor plan de obra pública transexenal. Adiós Texcoco, Bienvenido Santa Lucía. El negocio de muchos empresarios colapsará.
El mayor fracaso será para Gerardo Ruiz Esparza, principal promotor de la terminal aérea. Por más esfuerzos que hizo, el impresentable secretario de Comunicaciones y Transportes, no logró convencer a los organizadores de la consulta. Santa Lucía se impuso como una victoria ideológica. Ganó como muestra del rechazo al gobierno en ocaso. La historia es cíclica. Hace apenas 16 años, el foxismo canceló Texcoco para salvar su capital político. Ahora, López Obrador decidió suspenderlo para alimentar a los suyos.
Santa Lucía puede ser viable, según el gobierno electo, pero carece de un proyecto integral. Texcoco, más allá de sus afectaciones, tenía estudios que rebasaban los 30 años sobre su funcionalidad. El plan aeroportuario de López Obrador comenzará de cero. Los retos vienen por delante: Santa Lucía a dos pistas, Toluca y el Benito Juárez por la modernización, y una nueva base aérea militar en Querétaro. La consulta ciudadana legitimó una decisión ya tomada hace años. Andrés Manuel inauguró un ejercicio de consulta que le permitirá aminorar el desgaste del poder.
Es imprescindible y urgente un posicionamiento del gobierno delmacista. Alfredo defendió el proyecto de Texcoco durante su campaña para gobernador. Sin embargo, en los últimos meses su gabinete ha sido omiso. Luis Gilberto Limón ha preferido el silencio. Alberto Curi escoge la comodidad de su escritorio. Martha Hilda no ha fijado postura. En la perspectiva delmacista, al Estado de México se le están escapando infraestructura, inversiones y empleos. Pero los secretarios no defienden ni arropan a su jefe político. El momento es ahora.
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Con la cuarta transformación las ideologías no existen. El jueves, Armando Neyra, el sempiterno líder sindical posó junto a Alejandra del Moral. En apariencia, era el arropo del sector obrero al partido de siempre. Símbolo de un voto corporativo que ya no existe, pero que se resiste mantener las viejas formas. Lo cierto es que Neyra ya no controla ni siquiera a los de casa. En la más reciente elección, Jorge Neyra Sosa y Reynol Neyra González trabajaron abiertamente para las campañas de Morena. Y ayer, públicamente, lo confirmaron.
Jorge y Reynol Neyra encabezaron la apertura de una nueva organización sindical puesta al servicio de López Obrador. Ahí, como testigo de honor, Onésimo Cepeda, obispo emérito de Ecatepec y tutor político de Eruviel Ávila. Los Neyra, complacientes con el nuevo orden del poder político. Mientras el jerarca sindical permanece en el partido que reniega a la renovación.
Y resurge la sospecha de traición al interior del priísmo, y que en los últimos años desde algún sector, jugó siempre en contra de Del Mazo. Reynol -operador político de Carlos Iriarte-, cuando era alcalde el primero, y dirigente del PRI el segundo, perdieron la elección municipal de Huixquilucan, sede distrital de Alfredo cuando fue diputado. Y luego, cuando fue candidato a gobernador, el priísmo se esfumó del mapa, incluido Ecatepec, tierra natal del entonces mandatario, y donde pone y dispone el obispo emérito. Ayer juntos en el evento de cobijo al morenismo, su nueva encomienda.
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