Como resultado de las elecciones del pasado 7 de junio, el gobernador Eruviel Ávila Villegas ha conseguido garantizar la gobernabilidad para lo que resta de su mandato con 38 diputaciones locales -entre el PRI y sus aliados políticos- y un total de 83 municipios, que le garantizarán tener un fin de sexenio con amplio margen de maniobra para su toma de decisiones, las iniciativas legislativas y su impulso político en los dos años que restan a su mandato.
Lo inmediato será impulsar a su grupo político para fortalecimiento de su liderazgo personal en la estructura interna priísta, en donde se distingue a Raymundo Martínez, Indalecio Ríos y Cruz Roa, en ese orden de importancia.
En el presupuesto político del eruvielismo, buscará imponer a Raymundo -su principal operador en la próxima legislatura- como coordinador de la bancada priísta, y que permita al propio Eruviel asumirse como el primer priísta de la entidad por encima de la injerencia de los exgobernadores Arturo Montiel -su tutor político- y Enrique Peña -hoy presidente de México-.
De Indalecio Ríos, se espera asuma un liderazgo inconmensurable entre los alcaldes priístas mexiquenses, por identificarse plenamente como uno de los delfines del eruvielismo frente a la sucesión de 2017. El alcalde electo de Ecatepec está destinado a conseguir un rol protagónico que le permita concitar intereses amplios que se traduzcan en la lealtad política al proyecto particular de Eruviel Ávila, desde hoy aspirante a la candidatura presidencial del PRI.
No obstante, el desafío de Eruviel será enfrentar sus propios fantasmas, pues son muchas las voces que dudan de su grado de influencia entre los priístas, que tal parece responden más a sus antecesores, y quienes comenzarán a dejar sentir su injerencia en la medida que se acerque el ungimiento del futuro candidato del PRI a gobernador para el Estado de México.
Para muchos, Montiel representa el gran jerarca de la clase política enquistada en el poder, y cuyo ascenso se dio durante su sexenio. Para nadie es un secreto que Arturo Montiel empuja con decisión, y desde ahora, contrapesos al grupo político que Eruviel pretende empoderar. Lo que está en juego desde el imaginario de ambos, es la definición de una candidatura por demás anticipada para los intereses electorales de la entidad.
Del otro lado, Peña Nieto sabe que más allá de lo que pueda ocurrir en la elección presidencial de 2018, origen es destino, y por lo tanto su influencia política por delante debe tener en el horizonte, forzosamente el futuro mexiquense. De ahí se explica el control que debió hacer de la seguridad pública en la entidad hace más de un año. Luego buscó imponer decisiones en la arena electoral e intentará hacerlo de nuevo para decidir la sucesión gubernamental de Ávila.
Con esas laceraciones, Eruviel deberá enfrentar el resto de su sexenio, que son los mismos que han lastimado a su gobierno con la idea de que se retiraría de la gubernatura apenas cumpliera dos años de mandato.
El reto para el eruvielismo es romper políticamente con sus antecesores y marcar con liderazgo que tiene la jerarquía suficiente para sostener el control del estado, que a cuatro años de iniciado, ha dado tumbos entre un gabinete de transición, que luego le abandonó para irse al círculo cercano de Los Pinos.
Otro clivaje se suscitó a partir de una crisis de delincuencia inédita para lo cual se mandaron refuerzos de la federación a las áreas clave del gobierno: Gobernabilidad, Seguridad, Procuraduría de Justicia, Desarrollo Social y el PRI.
Hoy, Eruviel está frente a la oportunidad de acomodar su ajedrez, imponer a su grupo frente a facturas y componendas ya pagadas, y demostrar que está listo para asumir el liderazgo de gobernador en el ocaso de su mandato, pues de eso depende su futuro político personal y de su círculo más cercano.