En medio de la crisis política que azota al estado de Veracruz, no hay que perder de vista a Jorge Carvallo Delfín, un jarocho con profundos vínculos mexiquenses y un ascenso acelerado de su carrera política en aquella entidad. Jorge, es hermano de Karim Carvallo, alcalde de Cuautitlán Izcalli y exdiputado local priísta. Desde ayer Jorge, fue designado secretario de Desarrollo Social en Veracruz, donde se desató el escándalo de clientelismo electoral por la Cruzada contra el Hambre, y derivó en aquella frase de “no te preocupes Rosario”.
Pues bien, Jorge Carvallo –cercano al Presidente Enrique Peña – fue coordinador de campaña del peñismo en Veracruz en 2012, la cual por cierto perdió en esa entidad frente a la panista Josefina Vázquez Mota. Sin embargo, Carvallo sueña con ser candidato del priísmo a la gubernatura veracruzana que estará en juego en dos años. Jorge ha sido de todo en la política local durante los últimos cuatro años con el consentimiento del mandatario en turno y del peñismo.
Carvallo ya fue presidente del PRI en Veracruz. Se desarrolló también como diputado local y coordinador de la bancada priísta en esa legislatura. Hasta ayer era el secretario particular de Javier Duarte. La encomienda recibida ahora es como secretario de Desarrollo Social, quizá una posición política idónea para sus aspiraciones políticas futuras. Lo cierto es que el escenario electoral para el priísmo veracruzano es desolador.
Su hermano Karim tampoco ha tenido buenos tiempos. Durante 2014, Cuautitlán Izcalli registra 17 ejecuciones, se ha convertido en el municipio más violento del estado. La cifra roja topa de frente para el que fue concebido por Hank González como un centro de atracción industrial, y que hoy está sumido en la peor crisis de inseguridad y violencia. Izcalli se recuperó para el PRI electoralmente en 2009, pero podría perderse en la elección de 2015.
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Concluida la Cumbre de Líderes de América del Norte es necesario que las autoridades locales se recuperen de la resaca política. Si bien fueron buenos anfitriones para los visitantes, se queda en el escenario político las hondas críticas por el remozamiento apresurado de la ciudad –con tufo de maquillaje- y el muy perjudicial operativo de seguridad –que afectó a sus habitantes durante casi una semana-. Los daños económicos están a la vista.
No sólo eso. En el discurso político y la agenda pública es imperioso recuperar temas propios, comunes, de inmediatez para la tierra que gobiernan. De poco sirven autoridades locales con autoelogios por la anfitrionía de una Cumbre que ya concluyó. Está claro que el Estado de México tiene una inercia propia, problemas profundos que resolver, y más urgentes de atender, que seguir ensimismados en una efímera reunión de mandatarios extranjeros.