El Mando Único no funciona. Las policías locales por omisas o corruptas, pero laceran la seguridad pública. Zonas urbanas y rurales por igual, azotadas por la delincuencia común y organizada. Lo más que se conoce de las policías municipales es su constante abuso de autoridad, y una muy preocupante y sistemática violación a los derechos humanos. Escasa capacitación, nula sensibilidad son parte del diagnóstico a la vista.
El sábado en Huehuetoca, la incapacidad de contener una rebatinga, acabó en el homicidio de un menor, con el agregado de una turba social haciendo desmanes en edificios públicos. La gente se siente insegura frente a la figura policíaca. El desprestigio de los policías no respeta niveles y su poca confianza, derivan en una población inquieta e inquietante. Al final, el policía homicida sigue prófugo, y hasta hoy prevalece la impunidad.
Ayer, en Tepetlaoxtoc, la policía municipal de Texcoco facilitaba la extracción ilegal de combustible. Los encargados del orden, protegían actividades delictivas. Simplemente inconcebible e inaceptable. Todo acabó en una reyerta entre corporaciones policíacas. El precedente que debe marcarse es imponer sanciones contra quienes encubrían los delitos. No hay espacio para las concesiones o indultos encubridores.
De su lado, el Mando Único no tiene siquiera postura oficial sobre la actuación de las policías municipales. Quiérase o no, en tanto que ya existe el Mando Único, a cargo de la Policía Estatal, lo más conveniente es fijar posicionamiento, ir al fondo de las cosas, coordinar los esfuerzos y profundizar en la limpia de las policías locales. Todo quedó en un acto protocolario de firma de acuerdos, que no han llevado a nada.
Rocío Alonso, secretaria de seguridad pública, parece aún no tener el control de las cosas. Sigue en el diagnóstico del desastre que le heredó Salvador Neme Sastré. Por desgracia, como ocurre hace casi una década, la Policía Estatal es dirigida por Rogelio Cortés, señalado por adiestrar a sus policías a corromper. En una corporación que cambia de nombres, pero no los hombres que la lastiman, resulta casi imposible confiar.