Finalmente se presentó la reforma hacendaria. La buena es que no se incluyó IVA en alimentos y medicinas. No se trata de una decisión definitiva. La no inclusión de gravar esos insumos es momentánea y mientras pasa la desaceleración económica que padece el país. Otra buena, es la eliminación del IETU y el Impuesto para Depósitos en Efectivo. Ambos fueron creados por Felipe Calderón en momentos muy aciagos de la economía.
Seguirán los gasolinazos durante 2014 y 2015. La justificante de mantener el incremento mensual al combustible es el pronunciado declive económico. Entre las bondades sociales que anunció ayer Enrique Peña, es la puesta en marcha de un sistema de seguridad social universal, y de un seguro de desempleo para trabajadores formales. Falta por conocer cuál será el destino del seguro popular, herencia de Vicente Fox.
El Estado de México junto con las demás entidades respiraron hondo. Ayer el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso anunció lo inevitable. Frente a la desaceleración económica se solicitó un déficit de 0.4 por ciento del PIB para 2013. Fue imposible sostener el déficit cero. Por tanto, los estados no enfrentarán recorte alguno, tendrán capacidad de aumentar el gasto público en el resto del año. Y lo mejor para ellos, la deuda será adquirida por el gobierno federal que encabeza Enrique Peña Nieto.
En primera fila estuvo Eruviel Ávila y el resto de los gobernadores. Todos aplaudieron fuerte. Todos saben que el gobierno federal seguirá siendo el gran proveedor del gasto público. Los gobiernos locales sólo estiran la mano. Les preocupa poco su capacidad recaudatoria. En menos de cuatro meses se contempla reasignar hasta 16 mil millones de pesos, mediante la firma de convenios y fondos con entidades federativas.
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El formato del informe del gobernador está agotado. Eruviel lo sabe y por eso ha decidido refugiarse en la televisión. De nada sirve escuchar a la pírrica oposición en la legislatura cuando se llevan oídos sordos. Ofensivo también resulta erigir actos faraónicos millonarios sólo para ser aplaudido. Pero encerrarse en un foro televisivo tampoco parece garantía de una sana rendición de cuentas, y mucho menos de ser sujeto a la crítica social.
Eruviel juega a la bipolaridad. Ávila pretende un día desmarcarse de las comparaciones. Y al otro día muestra su pleitesía al antecesor. Un día marca distancia. Y al otro, vuelve al redil de su jefe político. Un día dice que lo eligieron por seis años. Y al otro, muestra cuanto le gustaría por despachar cerca de Los Pinos. Un día muestra dureza. Y al otro, lealtad absoluto a las decisiones del centro. Eso desconcierta a su círculo cercano.