Cada visita de Enrique Peña al Estado de México tiene un profundo tufo de restauración del presidencialismo. El pasado sábado que el oriundo de Atlacomulco decidió celebrar su cumpleaños en la entidad, de gira de trabajo, hizo sentir su músculo político. El poder reside en él, y es él mismo. Todas las porras, los aplausos y los afectos son para Peña y su gabinete. Roba escena, parte plaza, inaugura obras y disfruta del poder que posee.
Eruviel Ávila reducido a nivel de subordinación porque así lo exigía el viejo régimen, y más entre mexiquenses, donde uno fue antecesor del otro. Eruviel sabe que Peña puede poner y quitar gobernadores. Entiende que su futuro es el Estado de México por cuatro años. Pero también sabe que el futuro de la entidad es decisión de quien despacha en Los Pinos. Para bien de Eruviel se ha comenzado a acallar el rumor de que se va en septiembre.
Son las reglas no escritas, pero bien conocidas, muy reconocidas, y que entre priístas simplemente se acatan. Enrique Peña sabe que está en la cúspide del poder. Después vendrá el desgaste de su imagen: las reformas, las elecciones, los costos políticos y los riesgos de su mandato. Pero hoy es su momento, y más de visita en su tierra. Por eso estuvo aquí en su cumpleaños. La forma es fondo. Y el fondo de todo es su jerarquía.
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Sigue en el imaginario, y suena con insistencia, la construcción de un nuevo aeropuerto. Texcoco, advierten, no es la única pero sí la mejor opción. Será la consolidación de un enorme negocio en el que muchos mexiquenses pusieron sus esperanzas hace 11 años. El proyecto está de vuelta, para beneficio de muchos políticos y empresarios. Pero enfrente hay una profunda resistencia social, que en antaño echo abajo su construcción.
Ese parece por ahora el mayor reto de Gerardo Ruiz Esparza. Ni siquiera abrir la industria televisiva, ejecutar el apagón analógico o idear el plan carretero del sexenio había sido tan complejo. Lidiar con el grupo de ejidatarios que puso en jaque a Peña Nieto en 2006 –y ni siquiera por el aeropuerto- parece el indicativo del actual gobierno. Por ahora, mandan mensajes con terceros, para dentro de muy poco oficializarlo ellos.
Y ahí tendrá mucho que ver el propio Eruviel Ávila, depende de su maniobra política evitar complicaciones, resistencias. Si Texcoco avanza para tener aeropuerto, habrá recompensas para Peña y Eruviel. Si otra vez se fracasa en el intento, el coste social superará lo que afectó en su momento a Fox y Montiel. Si se construye Texcoco la casa gana. Si se impone la negativa, la casa pierde. La moneda está en el aire.