La reaparición de Carlos Ahumada impacta irremediablemente a la clase política mexiquense. Cuando se cumplen diez años de los llamados videoescándalos que exhibían a René Bejarano embolsándose los fajos de dinero y las ligas de manos del empresario argentino, se pudo conocer que el entonces gobernador mexiquense, Arturo Montiel Rojas tuvo acceso a las grabaciones y habría orquestado –según los dichos de Ahumada- junto con Salinas y otros mandatarios, la exhibición de estos a través de Televisa.
En el libro Derecho de Réplica, autoría de Ahumada Kurtz, reveló que a cambio de los videos recibió la cantidad de 35 millones de pesos, que le entregaron Manuel Andrade, Arturo Montiel, Enrique Peña Nieto, Elba Esther Gordillo y Jorge Kahwagi. En declaraciones hechas públicas ayer, sólo da pistas de un monto por 68 millones de pesos que le habrían pagado el expresidente Carlos Salinas de Gortari y el panista Diego Fernández de Cevallos. Pero en medio del idilio, Ahumada promete con volver a la polémica.
En esa suerte de componendas, aparece el nombre de Rosario Robles –la actual titular de Sedesol- quien en su calidad de Presidenta Nacional del PRD en 2003, habría firmado un pagaré a favor de Ahumada por un monto cercano a los 200 millones de pesos. El argentino ha interpuesto una demanda para reclamar el pago de la deuda, pero particularmente ha cimbrado al núcleo político más prominente de los últimos años: López Obrador y Peña Nieto.
Nadie olvida cuanto dolor de cabeza causó Robles como dirigente estatal del PRD en 2003 para los mexiquenses. El perredismo tenía dominio electoral en la zona oriente, y el posicionamiento electoral de López Obrador causó un temor fundado sobre los comicios locales, que por cierto se celebraron en Marzo para evitar se empataran con las elecciones federales intermedias de julio. De esa manera, el PRI pudo sortear ese escollo encabezado por doña Rosario.
El caso de los videoescándalos siempre tuvo una implicación directa en el Estado de México. Era la entidad mexiquense, el gobierno priísta más robusto tras la derrota presidencial del año 2000, y desde este clivaje político tanto el Salinas como Zedillo –expresidentes de México- se dedicaron a profundizar sus relaciones, primero con Montiel y luego con Peña. Por lo tanto, no resulta extraño que a la vinculación salinista aparezcan los nombres en esa lista.
Pero ahora, a qué intereses responde Ahumada para reaparecer en un momento político tan convulso. Esa es la gran incógnita que puede develarse si es que el argentino pone en la mesa más videoescándalos, la eventual filtración de otras declaraciones, o circunstancias que políticamente puedan incidir en las nada lejanas elecciones del año entrante. Lo único que debe tener por cierto es que en política no hay casualidades, sólo causalidades.
