Redacción
El cardenal José Francisco Robles Ortega fue electo hace algunas semanas como nuevo presidente del Episcopado Mexicano, lo cual se observó como un guiño de la Iglesia Católica hacia el próximo gobierno de Enrique Peña Nieto. Robles, desde 1990 hasta 2003, convivió, negoció, se mimetizó y se dejó consentir por el grupo Atlacomulco, relata Bernardo Barranco especialista en temas religiosos en su columna publicada este miércoles en el periódico La Jornada.
Como obispo de la arquidiócesis de Toluca, Robles estuvo muy cercano al ex gobernador Arturo Montiel, y ahí conoció al incipiente secretario de administración estatal, Enrique Peña, que a la postre se convertiría en mandatario mexiquense y hoy convertido en Presidente electo.
Robles Ortega –advierte Barranco- facilitará la relación, la convivencia y los apoyos entre el próximo gobierno de Enrique Peña Nieto y los obispos mexicanos.
Anteriormente, el obispo de Tlalnepantla –incrustado en el corazón mexiquense- Carlos Aguiar Retes fue el presidente del Episcopado Mexicano por dos periodos. Desde tan alta posición, acercó a Peña Nieto a la alta jerarquía eclesiástica.
El cardenal Robles Ortega fue poyado por el sector más conservador del alto clero, encabezado por los cardenales Norberto Rivera y Sandoval Íñiguez. En los años por venir, se advierte que el episcopado ha optado una vez más por la línea política y la vía de imbricación con el poder. Opera con estricto apego a los manuales de los grupos de presión de los poderes fácticos.
Para Bernardo Barranco la designación de Robles tiene un destinatario: Enrique Peña Nieto. Desde su lectura, el mayor argumento de José Francisco Robles Ortega como candidato a la CEM fue su cercanía con el grupo que gobernará en unos cuantos días el país.
“En la corta trayectoria del mexiquense se ha distinguido por su disposición a negociar con la jerarquía católica, así como consentir al alto clero con delicadezas materiales y atenciones de privilegio. En otras palabras, el próximo presidente de la República desempolva la tesis salinista de la necesaria participación del clero católico como un factor clave para la gobernabilidad”, describió el también ex consejero electoral.
Y agrega: Peña Nieto no ha ocultado sus inclinaciones católicas. Siendo gobernador se mantuvo interesado en cubrir las necesidades y requerimientos de los 14 obispos mexiquenses. Atento a festejar los cumpleaños de los prelados, en especial de Onésimo Cepeda, ir a cada reunión de la CEM durante seis años. En 2009 financió la numerosa comitiva clerical, en la que Peña visitó al papa Benedicto XVI para presentarle con grandes reflectores a su futura esposa Angélica Rivera.
Pero Bernardo Barranco advierte un riesgo mayúsculo en la gestión de Enrique Peña Nieto, quien podría privilegiar con sus decisiones a la Iglesia católica en detrimento de las demás iglesias y multitud de expresiones religiosas que han venido floreciendo en las últimas décadas.
“La amenaza es real, con una Iglesia en el poder, la intolerancia puede imperar no sólo ante otras confesiones, sino contra los grupos que reivindican derechos de minorías, como los homosexuales. El peligro es latente para que Peña Nieto ceda y se retroceda en las políticas de género y las conquistas, aún insuficientes, que han alcanzado las mujeres”, concluye Barranco en su colaboración periodística.