Juan Carlos Núñez Armas*
Esta semana, entre las notas más relevantes en torno al proceso electoral, destacan las relacionadas con las definiciones de los partidos para enfrentar los comicios en el 2021. Ciertamente, de conformidad con nuestra legislación, los precandidatos a diputados federales iniciarán precampañas en el periodo comprendido del 23 de diciembre al 31 de enero y, obviamente, esto implica que cada partido, determine el método de selección de sus abanderados.
El proceso de selección de candidatos suele ser un momento clave dentro de la democracia interna de los partidos y uno de los pasos más conflictivos de cada organización. Dentro de los métodos que cada partido establece, estos han cambiado paulatinamente, se han reducido cada vez más hasta que las decisiones suelen ser tomadas por un grupo de personas que concentran el poder al interior de cada institución política.
Por su parte, los militantes de cada partido, interesados en competir, ante la necesidad de adaptarse al método intra partidista que les es impuesto por sus dirigentes. Para algunos son encuestas, para otros la consulta a la base, algunos la negociación entre grupos de presión al interior del partido. Lo cierto es que en estos métodos los ciudadanos quedan al margen de dar su opinión, simplemente no son incluidos.
Por otro lado, cada vez se hace más presente el pragmatismo político, fundamento filosófico de que el único criterio válido para juzgar el valor o la verdad de una decisión son sus efectos prácticos, dicho de manera más simple: “lo cierto es lo que funciona”. Para el caso que nos ocupa, aspirar a ser diputado y/o presidente municipal, no importa el partido ni la ideología, lo importante es llegar, aunque pocos se han atrevido a jugársela como independientes.
La dedocracia se ha convertido en la forma por excelencia para designar candidatos, por los líderes de una organización. Además, la desconfianza de los ciudadanos en los políticos y en los partidos ha ido aumentando, David Van Reybrouck autor del libro “Contra las elecciones, cómo salvar la democracia”, expone diversas razones de la indiferencia, desgano o apatía ciudadana, y expone que “existe una brecha entre lo que piensa el ciudadano y lo que ve hacer al político”.
Reybrouck narra un hecho particular en los Estados Unidos. En el complicado contexto de la incapacidad de demócratas y republicanos para lograr un acuerdo sobre el endeudamiento de aquel país y, con el riesgo en el horizonte cercano de la inmovilidad gubernamental que podría provocar una crisis mundial, el 2 de agosto de 2011, una docena de personas reunidas en el parque Bonwling Green de Nueva York, hastiados de tantos dimes y diretes, se les ocurrió la idea de experimentar la democracia igualitaria y directa como alternativa, creando el eslogan “We are the 99%” (Somos el 99 por ciento), convirtiéndose en una gran protesta.
Respecto a lo anterior me pregunto ¿no será momento de cambiar las formas de designar candidatos? Establecer como método las elecciones primarias abiertas, esto es, donde la competencia por las candidaturas sea amplia, abierta, transparente, más allá incluso de los afiliados al partido político y cada ciudadano pueda votar por la persona que considere más idóneo.
Los ciudadanos rara vez conocen quiénes son los candidatos y a qué partido pertenecen. Esta circunstancia genera incertidumbre, pues, salvo algunos pocos ciudadanos en comunidades pequeñas que logran destacar por sus méritos, los demás, se dejan llevar por lo que les imponga el partido que finalmente los postule. La confianza prevalece entre todos los elementos de la ecuación, agravada por las descalificaciones emitidas por los detractores políticos de todos los candidatos. Y en este caos, los ciudadanos nos convertimos en convidados de piedra, no sabemos qué se está cocinando al interior de los partidos hasta que tienen el candidato listo y sale a campaña.
Si los partidos políticos consideraran la posibilidad de abrir sus procesos para designar candidatos a elecciones primarias tendríamos varias ventajas, iniciando por la transparencia del sistema democrático. Aquí menciono las que me parecen más importantes:
- Promover en el ciudadano mayor interés y credibilidad en la política e integrarse desde el origen al proceso electoral.
- Personalizar la elección de candidatos, si los ciudadanos no confían en los partidos políticos tendrán oportunidad de confiar en las personas inscritas como aspirantes.
- Ayudar a legitimar la representatividad de los partidos políticos.
- Disminuir la interferencia partidista, es decir, la postulación no dependería de las élites políticas y acercaría los prospectos de candidatos al trabajo social y comunitario.
- Empoderar a la militancia, implicaría que los aspirantes convencieran a los militantes comprometidos con su postulación de hacer proselitismo en favor de ellos.
- Debatir ideas, al centrarse más en las personas los aspirantes tendrían mayor oportunidad de diferenciarse por sus ideas, lo cual enriquecería la visión y perspectiva ciudadana sobre qué ofrecen.
Seguramente hay desventajas, como el hecho de que puede crecer la división interna partidista, pero esta situación ya existe, igual que las rivalidades, aunque los partidos traten de diluir estas diferencias, tarde o temprano, se hacen evidentes.
Estoy convencido, como lo establecen Flavia Freidenberg y Tomás Dosek en su metodología para medir el nivel de democracia interna de los partidos, de que en la selección de candidaturas se pueden observar tres dimensiones:
- Nivel de competitividad en el proceso de selección de candidatos: ¿cuántos compiten por la candidatura?, ¿existe conflictividad interna?, o bien, ¿el nivel de incertidumbre de quien va a ser postulado es alto o sólo se inscribe para ver qué obtiene?
- Nivel de descentralización del proceso de nominación del candidato: ¿cuántas personas participan en el proceso?, ¿se toma encuentra los niveles territoriales en los que se discute la decisión?
- Nivel de inclusión de actores en el proceso de selección: ¿quién puede ser candidato?, ¿quién toma la decisión, el presidente, la dirigencia, unos cuantos líderes, los militantes o los ciudadanos?, ¿quién apoya al prospecto para que sea candidato?
Parafraseando a Winston Churchill, la democracia es el menos malo de los sistemas políticos para desarrollarnos y entre más abiertos estemos a incluir a los ciudadanos en la toma de decisiones, tendremos una mejor democracia. En un contexto como el descrito, nos restaría cumplir como ciudadanos. Mantenernos atentos a los movimientos políticos, porque mucho de lo que ahí pase será para bien o para mal de todos los que compartimos este territorio.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM. Y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
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