Francisco Ledesma / Otro fracaso institucional
Todos los esfuerzos institucionales, tanto imaginables como tangibles, para afrontar la violencia de género han sido insuficientes, en tanto que la incidencia de crímenes es una estadística creciente y preocupante. En la última semana, el espacio público y las redes sociales se han inundado de una exigencia común: justicia para las víctimas de feminicidios y un alto a la violencia de género.
Los argumentos de autoridades parecen agotados porque en el fondo nadie asume su responsabilidad. La Fiscalía de Justicia, puesta en el centro de atención, es la instancia de investigar cuando los crímenes ya han sucedido. En la justificación más común, se achaca el problema a círculos de violencia intrafamiliar o del entorno sentimental de las víctimas. Y entonces, ninguna dependencia de gobierno asume su compromiso, o bien, sus capacidades estructurales, financieras y humanas son extremadamente limitadas.
La condición en el Estado de México se vuelve preocupante e inaceptable con la prevalencia de una alerta de género por la violencia feminicida, y otra más, por la desaparición de mujeres en una decena de municipios densamente poblados.
Desde los ámbitos sectorizados de la mujer, ya sea la recién nombrada Secretaría de la Mujer -antes Consejo Estatal- o los institutos municipales, se acercan dos grandes estrategias, que por los resultados obtenidos en la última década podría expresarse que han mostrado su fracaso estructural.
Por un lado, se tiene un entramado que permite acercar a las mujeres violentadas refugios temporales, asesorías jurídicas y atención psicológica, pero que actúa cuando las víctimas ya transitaron por una situación de violencia.
Por otra parte, desde diversas estrategias se ha tratado de incidir con esfuerzos gubernamentales a través de talleres y conferencias en distintos centros de trabajo -principalmente del servicio público- para repensar la equidad de género, pero cuyo impacto es limitado, y a los cuales asisten principalmente mujeres.
Es destacable que las mujeres cuenten con instancias dedicadas a sus necesidades y carencias, pero más importante aún, es que todas las dependencias de gobierno con una capacidad de atención pudieran aportar políticas públicas para evitar la normalización de cualquier tipo de violencia.
En resumen, la atención gubernamental atiende a un universo reducido respecto de las mujeres que han sido violentadas, y deja de lado la atención estructural sobre los victimarios, que sólo se vuelven centro de las políticas públicas cuando ya son sujetos de una orden de aprehensión y la víctima ya fue asesinada.
La presencia en las calles de colectivos feministas y el posicionamiento de la discusión en redes sociales, pone de manifiesto que el problema está muy lejos de ser resuelto. Las mujeres se sienten inseguras en el espacio público y en sus propias casas, por lo que el centro del debate y las alternativas de solución deben ser encabezadas por quienes han sido víctimas de la violencia.
La exigencia no se reduce a combatir la impunidad por los crímenes ya ocurridos. La verdadera solución transita por evitar la existencia de cualquier tipo de violencia psicológica, verbal, económica o sexual en agravio de las mujeres.
Es cierto, no todas las soluciones pasan por la esfera del gobierno, en tanto que la violencia de género se suscita por problemas estructurales y culturales arraigados en la sociedad mexicana, y que no respetan clases sociales o ideologías políticas. Sin embargo, hasta ahora las políticas públicas exploradas por el gobierno durante los últimos veinte años han resultado insuficientes.
La tenebra
La alternativa de soluciones para combatir la violencia de género debe surgir desde los colectivos feministas y de las mujeres víctimas en el espacio público o privado. Dejar la discusión en manos de la esfera gubernamental corre el riesgo de perderse en una burbuja de un despacho con todas las comodidades, quienes se dedican a lucrar políticamente con todos los temas, y pintan bardas contra la violencia, a manera de promoción para el 2023.