Toluca, Edomex; 7 de mayo de 2020.- Luis Videgaray se convirtió en el operador financiero del peñismo por doce años. Cualquier línea de investigación que pretenda emprender el gobierno federal sobre los manejos administrativos de Videgaray conduciría irremediablemente a la gubernatura mexiquense. Como secretario de Finanzas y luego como secretario de Hacienda condujo el gasto público del proyecto atlacomulquense desde Los Pinos. Se convirtió en un engrane que tenía más brazos articuladores en muchas más secretarías.
Hacia 2011, el entonces diputado federal, Luis Videgaray forjó una alianza sucesoria con el entonces alcalde de Ecatepec, Eruviel Ávila, a quien apoyó para convertirse en gobernador. Sin el soporte político y su arropo financiero, la administración del ecatepense hubiera sido imposible. Eruviel pudo mantenerse durante seis años por las componendas con el último canciller peñista. Lo cierto es que, la influencia de Videgaray en el actual sexenio se ha debilitado ostensiblemente.
El exsecretario de Hacienda se volvió un obstáculo hacia el delmacismo. Primero, cuando cobijó a Eruviel para hacerlo candidato en 2011. En septiembre de 2015, impulsó a Baltazar Hinojosa en la comisión de presupuesto por encima del exdirector general de Banobras. Dos años más tarde, junto a Ávila y Enrique Ochoa buscaron la salida en falso con la renuncia de la entonces secretaria de Educación, como amago para impedir la candidatura del actual gobernador. Aquí, Videgaray, simplemente no tendría una red de salvamento.
Discípulo de Pedro Aspe, nunca pudo ni tampoco quiso tejer una relación con los exgobernadores. A pesar de que Montiel lo trajo al Estado de México a recomponer la deuda pública que él mismo generó, jamás hubo entendimiento. Con Emilio Chuayffet terminó enfrentado en su paso por San Lázaro, a quien le reclamaba interlocución con Peña Nieto. De César Camacho tampoco hubo un vínculo positivo; cuando el exmandatario dirigía el PRI nacional, la recomendación de Videgaray fue comenzar la cacería contra exgobernadores priístas como muestra inequívoca de combatir la corrupción.
Al interior del gabinete confrontó una y otra vez a Miguel Ángel Osorio, cuando ambos soñaban con la candidatura presidencial. De ese pleito palaciego, Videgaray compró una disputa irreconciliable con Luis Miranda Nava, el primer compadre del país en el sexenio anterior. Hoy ambos tienen un destino común, sujetos a investigación por parte de Santiago Nieto Castillo.
La última afrenta del excanciller frente al priísmo nacional fue la imposición de José Antonio Meade como candidato presidencial. Un político forjado en el calderonismo que jamás conectó con la militancia tricolor. Los resultados fueron desastrosos: la falta de arraigo de Meade arrastró al PRI a su peor derrota electoral, con impactos deleznables en el bastión mexiquense.
La historia de bonanza económica de Videgaray podría tener sus días contados.
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