Toluca, Edomex; 17 de abril de 2020.- El gobierno de Andrés Manuel López Obrador tiene un padecimiento crónico: se le agota la credibilidad. La confianza empieza a decrecer. Y la aprobación presidencial está sumida en un tobogán a causa de la emergencia sanitaria por coronavirus. El desgaste de poder que enfrenta es natural. Y el electorado comienza a mostrar síntomas de desesperanza. El remedio del presidente está en recordar que las enfermedades del pasado son más devastadoras: el antiguo régimen y la rampante corrupción.
No es casualidad que, en las últimas horas, se haya avivado la especie de una investigación financiera en contra de Luis Miranda, el compadre de Peña Nieto y uno de sus principales operadores políticos. El exsecretario de Desarrollo Social es una especie de diputado en fuga. Sabedor de sus inconsistencias, ha desaparecido de la escena pública desde hace seis meses. Está convertido en un legislador faltista. Y puede ser en el corto plazo un chivo expiatorio para el rescate de Morena.
Anoche, información de la cadena televisiva Univisión atizó al círculo peñista. Trascendió que al menos media docena del gabinete anterior es investigada en su evolución patrimonial y finanzas personales. Luis Videgaray, Osorio Chong, Coldwell, Humberto Castillejos, Arturo Elías y hasta José Narro aparecen en la lista. La UIF desmintió el contenido sobre esta última indagatoria, aunque en tiempos de cacería nada ni nadie está a salvo. Los nubarrones se asoman.
A López Obrador le urgen dos momentos: que la agenda mediática cambie su contenido para superar la emergencia sanitaria; y mejorar sus calificaciones rumbo a las elecciones intermedias de 2021. La gente, por su parte, también está urgida de sacudirse la saturación informativa del coronavirus. Es la coyuntura perfecta para hablar del gobierno anterior, y de un eventual castigo para quienes malversaron recursos y se enriquecieron al amparo del poder público.
Nadie debería extrañarse si en los próximos meses, al menos uno de los colaboradores más cercanos al peñismo cae en prisión. Es la salida perfecta para presumir la lucha anticorrupción de AMLO; y es la punta del iceberg para demostrar que el anterior régimen no puede ni debe regresar. El propósito obradorista es mantener su hegemonía legislativa para la segunda mitad de su sexenio. El futuro inmediato de su gobierno es sombrío y desolador.
La causa morenista saldrá a hacer campaña con saldos muy negativos. No hay que ser adivinos para advertir que la condición económica de 2021 será insostenible de presumir. La percepción de inseguridad pública tampoco ha mejorado en los últimos 18 meses. Y entonces, Andrés Manuel vuelve a su origen: la lucha contra la corrupción como último recurso de sus logros. El peñismo es la línea más delgada para romper con el pacto de impunidad.
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