El temblor que devastó al menos una veintena de municipios del Estado de México, también ha cimbrado a sus instituciones incapaces no sólo de atender la emergencia sino de actuar de forma coordinada para afrontar los desafíos de una población que ha quedado desolada, abandonada y desprotegida.
Las instituciones del poder público, han sido sorprendidas de nueva cuenta, de la acción coordinada, genuina, solidaria e incansable de la sociedad para afrontar un desafío de amplias oportunidades de colaborar, ya sea en el rescate de personas, la rehabilitación de la cotidianidad, la limpieza de los espacios públicos, la protección del patrimonio comunitario y particular, entre otros.
En paralelo, las autoridades gubernamentales han exhibido una falta de coordinación por resolver la urgencia. El incipiente gobierno delmacista ha buscado las respuestas, en las estructuras regionales del gobierno estatal, donde lo único que ha encontrado es desánimo para dar soluciones.
Por ahora, la sociedad civil ha volcado sus esfuerzos en recolectar, distribuir y entregar víveres a miles y miles de damnificados, asentados principalmente en municipios como Ocuilan, Tenancingo, Joquicingo, Malinalco y Tenango del Valle, para proporcionar a la población afectada lo indispensable para vivir. Sin embargo, el mayor reto vendrá en las semanas posteriores, cuando los desafíos se concentren en la reconstrucción de sus hogares, y muy probablemente por una inercia social, los apoyos comiencen a cesar en las zonas de desastre.
Y mientras la desesperanza se apodera de mexiquenses que lo han perdido todo, desde el patrimonio hasta la vida misma de sus familiares, vecinos y amigos; en la estructura gubernamental prolifera la inacción por estar recuperar la normalidad en carreteras, centros de salud, instituciones escolares, carreteras y caminos, espacios públicos e instalaciones oficiales.
A la difícil condición de tareas que avanzan con lentitud, se debe sumar falta de información y la proliferación de rumores que pretenden instalarse como verdades absolutas. Para este lunes, por ejemplo, se ha sembrado la incertidumbre sobre aquellas escuelas que deben regresar a clases, y la emisión de dictámenes por parte de las autoridades para avalar la vuelta de estudiantes a las aulas; ante un gobierno que no ha fijado reglas homologados para que la sociedad pueda entender, asumir y tomar decisiones frente a la emergencia.
En medio de la desgracia, el gobierno tenía la oportunidad por reivindicar su liderazgo, su guía, su dirección, sus capacidades y sus limitaciones. Empero, la emergencia parece haber desnudado dos condiciones inadmisibles: en principio, su irremediable acción por lucrar con la desgracia, en donde se incluyen a todos los partidos políticos; y en segundo lugar, su incapacidad para apoyar con prontitud y eficacia a los más necesitados.
Lo cierto es que, la acción de gobierno, no puede contemplarse en sus limitaciones presupuestales; pero sí en construir una sola línea en la toma de decisiones, puesto que hasta ahora todas las áreas involucradas en el desastre (protección civil, gabinete regional, educación, salud y otras) se reparten responsabilidades sin otorgar lo más importante: certeza y esperanza.
Es ahí, cuando la sociedad se demuestra a sí misma, que el régimen está caduco y que su momento es ahora, para renunciar a la inacción y a la apatía, tomar decisiones propias, y reconstruir no sólo la zona de desastre sino su imperfecta democracia para reinventar el país, y el Estado de México.