Toluca, Edomex. 01 de marzo de 2017.- Jaime Adán Carbajal Domínguez es un hombre del régimen político. Cercano a la clase gobernante, ahora se muestra convexo al priísmo que durante 23 años lo arropó desde la legislatura. Ayer, la precandidata de Morena a la gubernatura, Delfina Gómez lo presentó como su asesor de cabecera en materia de austeridad y transparencia, dos conceptos que Jaime Adán hizo añicos como director y secretario de administración de la legislatura estatal, caracterizado por el despilfarro, la opacidad y las componendas del poder.

Delfina le ha entregado las llaves de su casa de campaña a un hombre acusado de nepotismo, desvío de recursos públicos y dispendio. Cómplice del régimen de corrupción e impunidad. Colaborador del montielismo y el peñismo. La imagen de Jaime Adán es un contrasentido en la honestidad valiente del lopezobradorismo. El vínculo indisoluble entre Delfina y Jaime Adán, es el infaltable Higinio Martínez, un diputado consentido del sistema político. La presencia de Carbajal en el equipo de campaña de Morena, es un caballo de troya, donde el enemigo se ha introducido a la cancha contraria.

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Alfredo ha dejado los trajes formales. Hoy, sigue los consejos de sus asesores. La recomendación es usar camisas a cuadros, y mangas arremangadas al estilo Obama, que le permitan encontrar empatía con su electorado. La campaña avanza sin contratiempos en su condición de candidato único. Sobran las fotografías casuales, de un diálogo abrumadoramente “casual”. Los jóvenes lo arropan, también los profesores y las secretarias. Alfredo se deja apapachar para legitimar su elección ya muy próxima.

En redes sociales ha intensificado su promoción personal. Ahí concentra su campaña. Ha prometido la modernización de las instituciones, a pesar de formar parte del mismo grupo político en el poder. Los foros en donde se presenta, la mayoría muestra su simpatía con Alfredo y su grupo. En los medios ya se legitima su ungimiento sin cuestionar la candidatura única y la ausencia de disidencia. Nos referimos a Alfredo Barrera, el próximo rector de la UAEM.

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El INE y el Instituto Electoral del Estado de México deberán hacer un esfuerzo magnífico para contabilizar los gastos de los partidos políticos y sus candidatos. Tan sólo de pensar en la movilización que desarrollan las estructuras para que simpatizantes o delegados asistan a los foros y mítines hay una condición inexplicable. Y a eso se suman cientos de gastos en la concentración de los actos masivos que ya han desarrollado. Y lo que falta por gastar y cuantificar.

En las campañas, muchas veces gana quien más gasta, quien más regala y quien más reparte. A pesar de los candados de fiscalización, partidos y candidatos siempre encuentran los resquicios legales para sortear las reglas electorales. Otras veces gana quien hace más trampa sin ser descubierto. En medio de las crisis financieras que enfrentan los gobiernos y las instituciones, las campañas electorales parecen un gasto innecesario.

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