Desde la oposición partidista se ha lanzado una profunda preocupación a partir del reparto sistemático de despensas en eventos masivos encabezados por los gobiernos priístas de la federación y del Estado de México, en una aparente maquinación por favorecer electoralmente al partido en el poder con miras a los comicios de gobernador que se realizarán en junio del año próximo.

En lo mediático, tal parece que los partidos de oposición han descubierto una estrategia de coacción electoral, cuando en realidad lo que han comenzado a denunciar es una política asistencialista avalada y ejecutada por todos los partidos políticos como una supuesta tarea de abatir la pobreza, pero que en realidad se trata de una maniobra clientelar para favorecer a los sectores más vulnerables con apoyos económicos o alimentarios a grupos sociales afines.

La clase gobernante, sin distinción ideológica o partidista, han hecho de la política social un mecanismo de control político. En general, han concebido la entrega de dádivas como una acción inherente de codependencia entre los partidos políticos y los votantes para obtener beneficios mutuos. En un ejercicio sumamente acotado, el reparto de programas asistenciales supone que los electores beneficiados votarán por el partido que le entrega los apoyos.

Las clientelas electorales para los gobiernos lo abarcan todo: niños, jóvenes, adultos mayores, personas con discapacidad, campesinos, profesores, deportistas y madres solteras. Todos los sectores son susceptibles de recibir algún tipo de apoyo, que se convierta en una colección de votos, que pretenden alcanzarlo todo por sectores sociales, regiones, edades y sexo.

A pesar de la denuncia de los partidos de oposición, y del reclamo para que el partido en el poder frene el reparto de despensas y apoyos económicos, ellos tampoco escapan a la acción clientelar por cooptar voluntades con fines electorales. Desde hace décadas, los diputados federales y locales han renunciado a su principal tarea, legislar, para ocuparse de la gestión social que se traduce en el reparto de material de construcción, despensas, becas escolares, insumos agrícolas, bastones o sillas de ruedas y lentes oftalmológicos.

La élite política se encuentra en una campaña electoral permanente, para sustituir los utilitarios de los tiempos electorales por cualquier tipo de dádiva en los periodos de gobernanza. La permanencia de grandes sectores sociales en un grado de vulnerabilidad le permite a la clase gobernante lucrar con sus necesidades y sus precariedades, para favorecer sus fines proselitistas.

La denuncia que hoy la oposición pretende enjuiciar en lo mediático, es un debate que debiera resolver desde lo legislativo y lo político, para tomar acciones que resuelvan la pobreza, limitar los programas asistencialistas y que generen reglas equitativas para todas las fuerzas políticas en la víspera electoral.

La trama clientelar, por desgracia, no se encuentra patentada a ningún partido político, y muy por el contrario, se trata de una práctica común y extendida que pretender mediante la entrega de artículos materiales o apoyos económicos coaccionar las voluntades electorales de quienes menos tienen, para privilegiar la posición política de quienes detentan el poder público.