En un plazo de treinta días, los ayuntamientos deberán rendir cuentas de su primer año de gobierno. Los primeros diez meses de mandato se les han escurrido como agua. Las autoridades municipales han dejado mucho que desear. Primero justificaron el desaseo en el que encontraron la casa. Una deuda inconmensurable por todos lados. Pero a la vuelta de los meses, las excusas se les han terminado. Han fracasado en sus asignaturas.

Improvisación, novatez, impericia. Los ayuntamientos han descuidado, en lo general, servicios públicos, la seguridad en las calles y las condiciones de vida simplemente no son mejores. El municipio, como fórmula de gobierno, ha sido desmantelado. Los presupuestos son insuficientes, y su capacidad recaudatoria no es la más adecuada. Los ediles se encuentran atados de manos. Y la ciudadanía paga las consecuencias inmediatas.

A Eruviel, quien se erigió como gobernador municipalista, se le ha ido un tercio de sexenio reformando un código penal tendiente a federalizarse. Ha dejado de lado su planteamiento de fortalecer al municipio. Ávila se ha divorciado de lo que defendía como alcalde, y lejos han quedado los tiempos de robustecer al ayuntamiento. La subsecretaría de desarrollo municipal duerme el sueño de los justos. Nadie sabe, nadie supo.

Para muestra dos botones. En Naucalpan, organizaciones vecinales tienen programado para el próximo sábado una cadena humana en el Parque Naucalli. La cita es a las 9:00 horas. El motivo es exigir a las autoridades un freno a la ola de inseguridad. La convocatoria es difundida en redes sociales: Facebook y Twitter, principalmente. Tienen contemplado colocar lonas y mantas en las rejas del Naucalli, así como en puentes peatonales cercanos, para dar a conocer su petición.

La otra. Una corrupción rampante. Ayer fueron detenidos dos servidores públicos de Coacalco por el delito de cohecho. Pedían dinero a cambio de realizar o agilizar trámites vinculados con la dirección de desarrollo urbano. Resulta difícil creer que la cadena de corrupción se reducía a dos personas, y la gran interrogante es, cuántas más fueron víctimas pero no se atrevieron a denunciar. Y cuántos municipios repiten la ecuación.