Francisco Ledesma / Una democracia de élites políticas
La gran disputa electoral ya transcurre en las estructuras partidistas y no precisamente se definirá en las urnas el próximo mes de junio. Las élites políticas transitan en la definición de las candidaturas a los cargos de elección popular, cuyos procesos internos se desarrollarán entre diciembre de 2020 y febrero de 2021, mediante métodos cerrados que favorecen las relaciones del poder público.
Todos los partidos, sin excepción, privilegian los intereses políticos, empresariales, sociales y electorales de sus élites dominantes, a través de una prevalencia de los grupos y liderazgos que coyunturalmente tienen mayor ascendencia en la toma de decisiones de sus partidos.
La democracia interna es una falsa idea que sólo legitima a las élites políticas en el reparto de las candidaturas, en un puñado de 750 candidatos a presidentes municipales, cerca de 300 candidatos a diputados locales y una cifra semejante para legisladores federales, que supuestamente representarían la diversidad ideológica, política y social de 18 millones de mexiquenses.
Lo cierto es que, entre los partidos políticos hay grupos dominantes que se convertirán en los grandes electores, para definir entre los suyos a los candidatos que tengan mayores opciones de competencia electoral para junio de 2021.
En Morena -el partido dominante y con mayores prospectivas de triunfo-, se avizora el dominio del Grupo de Acción Política que encabeza Higinio Martínez para favorecer a su círculo cercano en la contienda comicial próxima. En aquellos puntos de la geografía estatal, donde Higinio carezca de presencia, apostará a la estrategia de hace un par de años: reclutar expanistas, expriístas y experredistas excluidos de sus partidos para aprovechar su capital político.
En el PAN, el alcalde de Huixquilucan, Enrique Vargas se ha convertido en el factor de decisión en los escenarios electorales regionales. Atrás han quedado los tiempos de hegemonía de Durán Reveles o Ulises Ramírez. La operación política de Vargas, incluso, ha sepultado el fantasma de delegados nacionales -como Francisco García Burgos y Héctor Larios Córdova-, que tomaban decisiones cupulares para imponer candidaturas desde el centro del país.
En el PRI, la tradición está encaminada a que el gobernador en turno tome en cuenta a los grupos políticos de los exmandatarios: Montiel, Chuayffet, Camacho, Eruviel y Peña tienen intereses para favorecer a sus alfiles, quienes tienen una alta presencia política en municipios, distritos o regiones por anteriores cargos públicos. El delmacismo deberá aprovechar para perfilar a su delfín político hacia la sucesión de 2023.
El resto de los partidos, tienen ambiciones más limitadas. El PRD se enfocará en conservar los municipios que ya gobierna, mediante una línea clara que representa Omar Ortega -actual líder de los diputados locales-, en un desplazamiento sobre los Bautista y su bastión en Nezahualcóyotl.
En el Partido Verde, la estrategia se mantiene vigente desde hace quince años: estar a la pepena de priístas, panistas y ahora morenistas que tengan alta presencia política y que sean excluidos por sus partidos políticos, cuya ambición electorera se imponga por encima de cualquier convicción partidista.
En esencia, la gran elección ocurrirá en los próximos cuatro meses. En un plazo de 100 días las élites políticas decidirán desde la cúpula partidista, quienes serán sus candidatos a alcaldes, diputados federales y legisladores locales.
En las elecciones, los votantes tendrán que elegir cuáles de esas expresiones partidistas serán quienes los gobiernen o representen durante los próximos tres años, en una definición que legítima una democracia de élites políticas.
La tenebra
Las estructuras partidistas, los operadores políticos, el clientelismo electoral y la ascendencia de candidatos son factores de decisión en cada elección, aunque haya quienes venden espejitos sobre la quintaesencia de las campañas electorales, en al menos ochenta municipios mexiquenses su democracia sigue siendo muy artesanal.