Muy poco que festejar el sábado anterior con motivo del 79 aniversario de la Expropiación Petrolera, que era un símbolo del nacionalismo priísta que enarboló hace ocho décadas el presidente Lázaro Cárdenas en contra de los abusos de empresas transnacionales en la explotación de hidrocarburos.
El modelo neoliberal que opera desde hace 35 años ha impuesto diversas medidas institucionales y económicas para disminuir o evitar la injerencia gubernamental en los mercados internacionales, lo que incluso ha llevado al priísmo a modificar sus estatutos, y por tanto, hasta su ideología. En ese entramado se concentra la aprobación de la reforma energética que representó un contrasentido a la expropiación petrolera, icono del nacionalismo priísta del siglo XX.
En gran medida, el priísmo debió renunciar a sus ideales para adaptarse al modelo económico imperante en los mercados internacionales de las últimas décadas. A pesar de que la reforma energética fue impulsada desde los gobiernos del priísta Ernesto Zedillo; y de los panistas, Vicente Fox y Felipe Calderón, el partido en el poder mostró profundas resistencias, y ahora que ha sido aprobada no hay condiciones alentadoras en el entorno energético.
La reforma energética impulsada por el peñismo como parte del Pacto por México transformó el marco institucional y económico del país, sin que hasta el momento haya certeza de las bondades de abrir el sector de los hidrocarburos a la iniciativa privada, y mucho menos se hayan hecho tangibles los supuestos beneficios de la misma, no sólo para el sector empresarial sino para la sociedad.
Por el contrario, en el primer trimestre del año se han liberado los precios de las gasolinas, lo que ha conllevado a un efecto inflacionario inusitado aun cuando la principal promesa de la reforma energética era que se evitarían los aumentos sistemáticos en el precio de los combustibles.
El gobierno peñista se ha definido como uno de promesas incumplidas, cuyos efectos en la volatilidad de los precios de la gasolina ha generado el mayor descontento social de los últimos años, lo que incluso provocó en los primeros días del año que sectores sociales realizaran saqueos a tiendas departamentales como muestra del rechazo no sólo con los gasolinazos sino con las reformas estructurales en su conjunto, que significaron el principal logro del peñismo en sus primeros dos años de gobierno con absolutos consensos legislativos.
Por si fuera poco, la corrupción que impera al interior de Petróleos Mexicanos prevalece como un factor que lacera sus finanzas y lo tiene al borde del colapso institucional. La reforma energética fue insuficiente para derribar los privilegios de su sindicato y principales directivos.
El pasado fin de semana, el priísmo instauró en sus principales mensajes institucionales y de redes sociales la conmemoración de la expropiación petrolera sin reflexionar en el abandono de sus ideales que representó la reforma energética que hoy tanto se defiende y se pretende legitimar desde la estructura gubernamental, pero que es, sin duda alguna, uno de los principales factores de desaprobación popular del peñismo y su mandato.