Redacción
Pocas veces como ayer, la convocatoria que lanzaron alumnos de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de México (UAEM) tuvo eco en otros espacios universitarios.
De manera notable habían logrado reunir a unos 300 alumnos que marcharían por las principales calles de Toluca para conmemorar el 45 aniversario de la matanza de Tlaltelolco ocurrida el 2 de octubre del 1968.
De paso, aprovecharían para demandar a las autoridades de la institución respeto a sus derechos de libre asociación, manifestación y libertad de expresión.
Los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación CNTE que quedaron de acudir no lo hicieron. En cambio, sí llegó un contingente pequeño de la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata (Uprez) del valle de Toluca.
Juntos marcharían para hacer escuchar su voz en contra de las “reformas estructurales” que ha presentado el presidente Enrique Peña Nieto, según rezaban sus mantas.
Primero un poco apáticos, como si el sol los aturdiera. Luego para animar el ambiente se les ocurrió corear consigas contra el titular del Ejecutivo Federal. Algunas simpáticas y otras llenas de picardía.
“El que no brinque es Peña” lanzaron por el megáfono, y en instantes, decenas, cientos de estudiantes saltaban sobre la calle.
Los ánimos se encendieron y muchos ansiosos por iniciar la movilización no paraban de saltar. De pronto un inadaptado se percató de la existencia de un joven que portaba una cámara y una playera con el logotipo de Televisa. Sin mediar palabra se le abalanzó, le gritó en la cara y manoteo la cámara. El camarógrafo resistió. No hizo aspavientos.
Tal vez la reacción del muchacho no gustó a otros, que de inmediato iniciaron a gritar “Fuera Televisa”, “Fuera Televisa”. Argumentaban que esta empresa se ha dedicado a tergiversar la información sobre los movimientos sociales y a mal educar a los mexicanos.
El camarógrafo siguió en lo suyo. Grabar, testificar lo que ahí pasaba. De pronto, otro resentido saltó del tumulto, con gafas negras y una gorra para esconderse en el anonimato.
En su mano derecha, una botella de agua, que conforme avanzaba hacia el camarógrafo abría de apoco. Luego vacio el líquido sobre la cámara. Amedrentó al camarógrafo quien sólo se enconchó para proteger su herramienta de trabajo.
Reporteros y fotógrafos pidieron calma a los manifestantes. Se trataba de llevar la fiesta en paz. Unos a realizar su trabajo y otros a marchar de manera pacífica pero enérgica como señalaban.
Al contingente se había unido un grupo muy violento que se cubría el rostro. Ocho, diez, tal vez doce hombres y mujeres que tapaban su cara para no ser reconocidos. Estos agredían e intimidaban al amparo de la muchedumbre.
La marcha comenzó. Avanzaron sobre las calles de la capital. Vieron las pintas a comercios y fachadas. Los autores, como siempre, escondían su rostro. Una reportera quiso dejar constancia de las pintas con su cámara y también fue agredida por el mismo inadaptado que minutos atrás había acometido contra el camarógrafo. La empujaron y trataron de quitar su pequeña cámara. Sobre ella, llovieron algunos objetos. Muy cerca pasaron botellas de pet y una de cristal que rompió al azotar el piso.
Los reporteros y fotógrafos se fueron. No había condiciones para realizar el trabajo. Tras la retirada los manifestantes se quejaron de un cerco informativo, un cerco, que ellos mismos crearon.